Al mirar el mapa de los pueblos indígenas latinoamericanos quizás sorprenda una población tan importante.
Todos estos pueblos hermanos, a pesar de sus diferencias geográficas, comparten una cosmovisión propia, un estilo de vida sostenible respecto a la naturaleza, una identidad cultural y religiosa, pero también una larga historia de marginación, resistencia y lucha que todavía hoy (pleno siglo XXI) continúa.
Sólo podemos darnos cuenta de esto cuando abandonamos las grandes ciudades y salimos a recorrer el interior del país. Así fue como yo lo hice y, buscando una educación transformadora, me encontré con la realidad de estos pueblos y todo lo que podíamos aprender de ellos.
Compartí días dentro de sus comunidades, conversé con las abuelas, las madres y los jefes; y luego… conocí sus escuelas.
Durante miles de años los niños fueron educados dentro de la comunidad, porque su historia se remonta más allá de los quinientos años en que llegaron los invasores europeos y los casi doscientos años en que criollos y extranjeros crearon la República Argentina. Se los educaba para enfrentar la vida adulta, para ser hombre, para ser mujer y era responsabilidad de todos.
Las Mujeres Estrellas (como llama el pueblo Wichí a las madres) eran sus maestras, sus guías. “Desde muy tierna edad nos arrullan con canciones y con la palabra; más tarde nos dan el privilegio de acompañarlas en sus quehaceres y aprendemos muchas enseñanzas y destrezas. Nos enseñan los nombres de las plantas, de los lugares y sucesos, a escuchar cada palabra del monte y sus habitantes. Nos enseñan lo vedado y las reglas de convivencia con nuestra Madre Tierra. Nos dan a conocer los nombres de cada ave y cada animal, y algunas veces nos cuentan anécdotas de nuestros antepasados”.
Todos los pueblos originarios tenían una gran conexión con la naturaleza, con el monte. El profundo respeto que transmitían a los niños hacia la Tierra era admirable. Porque de ella obtenían todo: su comida, su vivienda, su medicina. “Algunas mujeres nos pedían arrancar hojas, ramas o raíces de algunas plantas, también flores o frutos, y nos hablaban de sus propiedades curativas y alimenticias. Así nos enseñaban”.
Los niños eran preparados para la práctica de la caza y la pesca; y las niñas para acompañar y ayudar a las mujeres en la recolección de frutos y las tareas domésticas. Luego esa educación era estimulada por el acompañamiento del padre o de la madre hasta llegar a la madurez.
“Cuando encontramos un árbol lleno de algarrobas, los más mayorcitos nos trepamos, pero primero nos advierten que debemos hacerlo con cuidado; que cada especie vegetal tiene un ente protector al cual debemos respeto y no debemos causarle daño alguno (…) A veces en el camino o en las ramas encontramos nidos de diferentes pájaros. Ellas reconocen a qué especie pertenecen esos pichones, nos enseñan cómo reconocerla. También a veces nos encontramos con algún animal cuadrúpedo que camina con su pequeño crío. Inmediatamente dejamos nuestra carga y comenzamos a correr tras de ellos para ver si podemos atrapar al pichón. Ellas nos animan mucho y nos instaban a reconocer nuestras faltas y nuestras debilidades”.
Pero esta hermosa educación, práctica y oral, lamentablemente ya no se lleva a cabo. Hoy el aprendizaje de las nuevas generaciones escapa de la mano de la comunidad, y pasa a ser responsabilidad de los maestros y de Dios. Porque tanto la religión como el estado irrumpieron en su organización social para imponer una religión, un lenguaje, una forma de aprender a vivir totalmente distinta.
La educación natural y espontánea de antaño actualmente se cuenta como una historia del pasado. Como esta historia que me contaron a mí, y hoy te comparto a vos.
Aunque existen pinceladas de cultura que aún no se han perdido, y que se intentan transmitir a través de la Educación Intercultural Bilingüe, una modalidad de escuelas que el Sistema Educativo Argentino implementó para preservar y fortalecer su cultura, su lengua, su cosmovisión e identidad.
Me he encontrado con varias de estas escuelas a lo largo de mi viaje, en cada provincia, en cada pueblo, en cada territorio donde se halla una comunidad Qom, Guaraní, Wichí, Mapuche, etc.
A continuación te comparto uno de los programas que utilizan sus maestras para desarrollar las propuestas pedagógicas para este tipo de enseñanza.
Su forma de trabajo te lo dejo para otra historia…
LENGUA
· Lectura de diversos textos.
· Interpretación de textos y gráficos.
· Narración y re narración.
· Análisis de textos narrativos: cuentos, fábulas y leyendas.
· Producción de textos breves relacionados a vivencias y experiencias personales.
· Lectura e interpretación de recetas.
· Recitación de poesías y poemas bilingües.
· Lectura, análisis y entonación de canciones bilingües.
MATEMÁTICAS
· Cálculos mentales.
· Operaciones básicas.
· Estadísticas.
CIENCIAS SOCIALES
· Ayer y hoy de las costumbres, forma de vida de los pueblos originarios.
· Viviendas
· Vestimenta.
· Alimentación.
· Fauna y flora de la región.
· Localización geográfica de asentamientos.
CIENCIAS NATURALES
· Seres vivos.
· Características de los seres vivos.
· Clasificación de animales y vegetales.
· Cambios físicos y cambios químicos.
TECNOLOGÍA
· La tecnología en la caza y la pesca.
· Los frutos silvestres en la elaboración de alimentos.
· Artesanías.
ARTÍSTICA – EDUCACIÓN PLÁSTICA
· Introducción a las formas y reconocimiento de los colores.
· Representación gráfica de animales y vegetales de la zona.
· Collage con hojas y semillas.
ARTÍSTICA – MÚSICA
· Lectura e interpretación de textos musicales.
· Manejo de la voz y pronunciación, tonos altos y tonos bajos.
· Ensayo de canciones para actos escolares.
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